El sentido de las cafeteras ☕
Había construido una muralla alrededor de sus hábitos, como para justificar su modo de vida ante los demás, pero principalmente ante sí mismo. A todo le asignaba un motivo, y defendía con uñas y dientes hasta las más llanas de sus costumbres y decisiones. Así, se envolvía en la ilusión de una vida rica en significado.
Era francamente insufrible.
Por ejemplo: se había comprado una cafetera simple, por unas diez lucas, en vez de una máquina de café expreso que valdría unas veinte. La cosa hacía café y nada más, sin rabonas ni firuletes. Esa decisión la explicaba mencionando el hecho de que él era un tipo sencillo, criado en el barrio, de gustos terrenales, no un ridículo sibarita palermitano, ¡que bronca le daban!
Era menos superfluo que el resto, más profundo, para nada derrochador, la antítesis del consumista. Prácticamente era un anticapitalista —se aventuraba a pensar—; alguien valiente, plantado en soledad contra el individualismo imperante, ese flagelo de nuestra generación.
Comprometido, por lo tanto, con el prójimo, pero también con el cuidado de los recursos naturales y el bienestar del planeta. Y, a su vez, era alguien que tenía la apertura mental suficiente como para comprender a los que preferían tomar otras infusiones. Incluso pensaba que, llegado el caso, sería capaz de tener una charla adulta sobre cafés rimbombantes, cremas y canela con un palermitano.
Se congratulaba por haber tomado tan lúcida decisión al comprar esa cafetera, que lo convertía, para decirlo sin más rodeos, en un ser superior.
Si todos se tomaran el asunto del café como él, el mundo estaría salvado. «Pero la gente nunca aprende», reflexionó sabiamente con el pocillo en la mano antes de tomar un último sorbo austero.
📷 Vidriera en Almagro, CABA.
Excelente!!!! Abrazos
ResponderBorrarCecy :)
Belíssimo . Maria
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