(Cuento en versión micro y macro).

Con dudosa determinación, reunió la valentía necesaria para abandonar la seguridad de sus sábanas y, con mano trémula, accionó el interruptor que iluminaba el cuarto. Sin embargo, para su espanto, la sombra amenazante persistió en el rincón, desafiando la lógica, la óptica y negando el alivio que debería haber acompañado aquel acto de coraje. La luz incandescente apenas lograba acariciar sus contornos, como si estuviera protegida por una macabra esencia que se deleitaba en la oscuridad. Sus pulsaciones se aceleraron, inundando sus oídos con el siniestro compás del miedo. El aura malévola que emanaba de aquel rincón parecía palpitar en el aire, acechando su vulnerable ser. Enfrentado a lo desconocido, se adentró en territorio sobrenatural, donde la realidad y las sombras danzaban en perversa armonía. Cada paso que daba hacia adelante, la oscuridad se expandía en una versión retorcida de la realidad, insaciable y voraz. Su corazón martillaba en su pecho, clamando escapar de aquel macabro enigma. Un escalofrío escaló por su espinazo mientras contemplaba horrorizado cómo la sombra crecía, contorsionándose en formas inhumanas y desafiando los límites de lo posible. El desesperado deseo de huir se mezclaba con la parálisis que amenazaba con atraparlo en aquel cuarto para siempre. Su mente imploraba respuestas que no llegaban, envuelto en el velo inquietante de lo inexplicable. Era como si la sombra se alimentara de su miedo, jugando con su cordura como un depredador que acecha a su presa. Allí, en la encrucijada entre lo real y lo tenebroso, se encontraba atrapado, enfrentándose a la verdad insoportable de que en este mundo, incluso la luz más brillante podía sucumbir ante las sombras más aterradoras.